Decidir, ese arte.

Decidir, ese arte.

“En los picos y cordilleras más dificles, en las situaciones más complicadas, cuando tienes que tomar decisiones, vives momentos curiosos. Por un lado, tiemblas, mides tus pasos, sientes que te sube la adrenalina. Por otra parte, cuando pasa el susto, viene la tranquilidad, te invade la paz, experimentas el placer..., hasta que estás de nuevo en una circunstancia arriesgada; el proceso se repite, forma parte de tu relación con la montaña”...Se agradece el desenfado y naturalidad con la que Oirzábal explica el acto de decidir, esa primera barra asimétrica de la gimnasia, necesaria para que los humanos se curtan y espabilen. No todos son como el montañero vitoriano. Los hay torpes, vagos, remolones, ni a empujones consigues que se acerquen a la colchonera. Piensan en lo patosos que son, en la regañina intransigente del entrenador, en el tortazo detonante del hazmereir del resto de sus compañeros, en la pupa que se harán si se resbalan...Prefieren sufrir en silencio su demoledor e implacable descrédito personal, que exponerse a la chanza y guaza de los demás. En el otro extremo del gimnasio se sientan inquietos sus contrarios. Éstos agiles, activos y osados, a duras penas siguen las pertinentes explicaciones sobre el ejercicio de marras del gimnasta profesional y experto. Piensan que está chupado, que sobra la filípica teórica, que la técnica es irrelevante, todo s cuestión de músculos y de gallardía. Anticipan su éxito, ven ya la impresión causada en la audiencia que los admira. Antes que escuchar, pensar y ponderar su próximo movimiento, prefieren deslumbrar al público con una escayola aparatosa, caro y pesaroso peaje de su aceleración. Pasarán los primeros dias de firmas, visitas y palmadas en el hombro, dejarán de ser el centro de atención, y ahi seguirá el yeso blanco secuestrando planes y opciones divertidos.

Los primeros, tendentes a la indecisión y a la parálisis, suelen quedarse en la sala de visitas, raramente pasan a ver a aquella persona -medico, jefe, pareja...-que inicialmente habían elegido. Los segundos impacientes por naturaleza, no hay cola ni lista de espera que se les resista. Ellos no están para perder tiempo deshojando margaritas.

Los primeros crecen tomando decisiones, al margen de la bondad y maldad de las mismas, más allá del acierto o desacierto de su elección. Recordando al poeta y pensador Hindú Rabindranath T. Tagore-”cuando le cierras las puertas al error, la verdad se queda fuera”- Temerosos de equivocarse y sentirse repudiados, le pegan tal portazo a la bicha innombrable, al error, que hacen crujir hasta el quicio del portalón. Los segundos, primitivos y salvajes, crecen contando al menos hasta diez. Hombre de acción, cowboy intrépidos, son el revólver más rápido del oeste. Después , cuando han disparado y hecho sangre, como son mala gente, se disculpan compunjidos. No se equivoque, su arrepentimiento sentido no significa que no desenfunden la proxima vez. Ellos están hechos para el duelo.


Tu, de quien formas parte.

Rodríguez, D. Y Castro, J.:Conversaciones con Juanito Oiarzábal, Desnivel Ediciones, Colecciones Grandes Aventureros, Madrid, 2001.
Tagore, R.:Obra Escogida, Aguilar, Madrid, 1981.
Santiago Álvareaz: Desde la adversidad, Prentice Hall, Madrid, 2004.

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