Fracaso-éxito: Un maniqueísmo estéril.

Fracaso-éxito: Un maniqueísmo estéril.

Mike Krzyzewski ha sido uno de los entrenadores más exitosos en el basquetbol colegial, una gran labor en la NBA y campeón olímpico y mundial con el equipo nacional de los estados unidos, un entrenador, formador, educador, con todas las letras bien ganadas. Su mayor labor es crear equipos y sobre todo educar personas, ganadores en la vida, por qué, el ser bueno en un deporte, o tener  talento, no significa poder hacer equipo o ser una gran persona.
Sin dejar de tener en cuenta que es un ser humano con fortalezas, debilidades y áreas de oportunidad, hoy hemos de enfocarnos en las virtudes que hacen a este entrenador, algo más que un profesionista convirtiéndolo en un profesional.
Está casado con Carol Marsh desde hace ya 35 años, tiene 3 hijas y 5 nietos, sus mayores triunfos en esta vida: Su familia.
Atte.
M. Lic. Jorge Edgar Mora Reyes.

Texto recopilado de: “Desde la adversidad”. Santiago Álvarez. Prentice Hall, 2004, España.

Adaptación: Jorge Edgar Mora Reyes. 2010.

Entre triples, defensas en zona, bloqueos y presión de toda la cancha, vamos a lanzar al aire la caprichosa moneda de la victoria y la derrota. Salga cruz o salga cara, siempre contiene mensajes enriquecedores. Nos apegaremos a un gran conductor de hombres jóvenes, a un gran profesional del deporte y de la dirección de personas, Mr. K., es el entrenador de la universidad de Duke. Sus primeras palabras me reafirman en la bondad de mezclar deporte y educación. A cada jugador-estudiante del equipo, al comenzar la temporada, le dice mano a mano lo siguiente: “Te voy a dar lo mejor de mí mismo, te voy a entregar el cien por ciento. A cambio, espero que tú te gradúes. Vas a venir a Duke a algo más que a jugar al baloncesto.  Si no entiendes esto, es mejor que no vengas. Quiero que te apasiones y te des al máximo, pero también quiero que obtengas una gran educación”. Mensaje inicial, recién finalizado el proceso de selección y reclutamiento de jugadores, y a punto de arrancar, meridianamente claro. El acuerdo educación deporte, en ese orden, se alcanza, firma y vive de corazón por las partes implicadas. Luego, convoca a todos en el vestuario y reitera los trazos fundamentales de su filosofía educativo-deportiva.
“No queremos un grupo elitista de jugadores de baloncesto jugando para el resto de los estudiantes. Nosotros queremos estudiantes que temporalmente, como jugadores de baloncesto, representen a todo el alumnado de la Universidad, que sean sus embajadores. Ésta es la esencia de lo que debería ser el baloncesto universitario. Esta filosofía no sólo preserva la “pureza” del deporte, sino que recuerda a todo el mundo que el objetivo supremo no es otro que asegurar una educación de primera fila. Ésa es nuestra mejor tradición”. A continuación. Mr. K. explica la importancia estratégica de este acuerdo de intenciones, desgrana cómo entiende él su profesión de entrenador. “Para ser considerado buen entrenador de baloncesto, tienes que ser capaz de explicar el juego. Yo soy un entrenador y un profesor”. Dicho esto, da un paso más que algunos profesionales de la docencia no se ven impelidos a echar. “Y no nos equivoquemos al respecto, la enseñanza es un arte”. Ni una pócima milagrosa que alivia quebraderos de cabeza, ni un recetario de respuestas fáciles, ni una técnica infalible, ni una habilidad congénita perfeccionada con el uso, ni una mera transferencia de conocimientos y aptitudes valiosos, ni un caudal científico de saberes y disciplinas universitarias. Es un arte, por tanto sometido a los riesgos, vaivenes y gratuidades de tal dimensión.
Mr. K se puede extender largo y tendido sobre el poder de que dispone para contar, fichar, renovar y despedir jugadores. Sin embargo, sobre la calidad de su enseñanza y producción artística, sobre la autoridad informal que legitima ese poder, sobre la ascendencia libre de coacción que ejerce sobre sus jugadores, éstos tienen la última palabra. Oigamos lo que tiene que decir uno de ellos, Grant Hill. “No te prometo nada, me dijo Mr. K. al aterrizar. Si has escogido Duke tienes que venir diario a trabajar duro y ganarte todo aquello que recibas, Recuerdo que me impresionó a mí y a mis padres.
Empezamos a pensar que jugando en un equipo entrenado por él, no solo mejoraría como jugador de baloncesto sino como persona. Al matricularme en Duke formé parte de algo más  que de un equipo de baloncesto. Mr. K. me inculcó principios y valores que llevaré toda la vida. Él era nuestro entrenador, nuestro amigo, nuestro mentor y nuestro líder. Nos enseño a ganar con humildad, y a perder con dignidad. “Hoy en día Grant Hill no entrena con él, trabaja para él. Es un profesional agradecido, cuya independencia es el mejor valedor de la objetividad y valor real de sus palabras. Su testimonio aconseja acercarse a las clases del profesor Mr. K., merce la pena empaparse de su pasión por el baloncesto y por la vida. Rescatamos la última frase de Hill, “nos enseño a ganar con humildad y a perder con dignidad”. Con esos aditamentos el inevitable dilema ganar-perder pierde rango y notoriedad, al menos así aderezado preserva intacta la esencia del deportista. Con la tranquilidad de saber que nada nuclear está en juego, me dejo estar en esta opción connatural a la contienda deportiva.
“Cuando ganamos un partido no significa que todo haya ido bien. Del mismo modo, cuando perdemos un partido no todo ha salido mal. De hecho, a veces una derrota puede transformarse en victoria”.

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