Las virtudes en el mercado

En  la antesala de iniciar mi primer libro, siempre es para todo estudiante importante retomar lecturas que nos han dejado algo, que nos dan ideas y sobre todo nos aclaran las formas, que en estos “tiempos modernos”, tenemos tan desordenadas, si, moral desordenada, sentimientos y emociones desordenadas, ideas desordenadas y donde la libertad parece no estar anclada por el temple y la voluntad, sino por ideas o modas, grave y triste realidad.
Escogiendo lecturas para comenzar esta aventura que es la de escribir para comprender y ayudar, eso esperemos, encontré el hermoso libro, muy didactico, de “Pensar por libre” de Enrique Monasterio; este autor me sorprendió  de la manera en que maneja suave y cariñosamente las grandes verdades teológicas y antropológicas en sus libros muy en especial en,” El Belén que puso Dios”.
Agrego en esta columna quincenal, unos párrafos que me ayudaron a aclarar ideas, espero que sea de utilidad.  Recomiendo ampliamente los libros que menciono, recordando que si queremos buscar la felicidad, tenemos que prepararnos, estudiar y luchar día a día para encontrar en esta actividad diaria al ser trascendental.
Saludos.
Atte.
M.L. Jorge Edgar Mora Reyes.

Las virtudes en el mercado.
Los valores éticos se parecen a los bursátiles en su cotización sube o baja en el mercado, sin que se sepa muy bien por qué.
Ya comentamos que la sinceridad se cotiza al alza en los últimos tiempos, que es un valor sólido y rentable; todo lo cual no significa que ahora seamos más sinceros, si no sólo que nos gusta presumir de serlo, aún mintiendo.
Ha aquí otras virtudes que también se cotizan espléndidamente: la tolerancia, sobre la cual hemos oído este año pasando montones de sesudas conferencias; la autenticidad, virtud un tanto confusa, que mi ignorancia no sabría definir con precisión; la solidaridad, que , en su versión light, es como una caridad devaluada y laica, muy útil para mítines y manifiestos políticos, etc.
Insisto en que el evidente prestigio de estos valores no garantiza que seamos más solidarios, tolerantes o auténticos. Al contrario, me temo que el egoísmo sigue extendiéndose como una de las epidemias más significativas del siglo; que el cerrilismo intolerante campea sin freno en muchos ámbitos de la vida (Verbigracia, en la política o el deporte), y que bastantes de los que presumen de auténticos, resultan más falsos que un billete de treinta y dos pesetas. De cada una de estas virtudes hablaremos algún día; pero de momento no hay más cera que la que arde ni más espacio que el que me dan en esta página.
Hubo un tiempo en que la valentía se cotizaba estupendamente. Los años en que todos fuimos Gary Cooper, siempre solos ante el peligro, mientras ellas eran Kim Novac a punto de ser rescatadas de los sioux. Luego –quién sabe si la culpa fue del cinemascope- un vuelco en la bolsa hizo subir como la espuma a la cobardía. Los intelectuales empezaron a presumir de sus canguelos y de su mezquindad. Y de John Wayne pasamos, directamente y sin anestesia, a Woody Allen. El hecho es que la segunda mitad del siglo veinte se nos está volviendo cobarde, insumisa y espantadiza. Tal vez el siglo veintiuno las cosas cambien.
Lo mismo ocurre con la fidelidad. Ni que decir tiene que en todas las épocas ha habido mayordomos desleales, maridos en fuga, y judas a sueldo; pero nadie osaba justificar intelectualmente la traición. La palabra dad era, al menos en teoría, sagrada. Desde los gangsters de Chicago hasta las venerables familias de la mafia palermitana, todas las gentes/bien de Occidente apelaban a la lealtad como fundamento de lo bueno y de lo malo.
Pues bien, también esta virtud se fue devaluando con la crisis, y empezaron a surgir valores nuevos, que en poco tiempo entraron triunfales por la puerta grande de los salones más ilustrados. La ya prestigiosa autenticidad (¡oh, camaleónica y sutil palabreja!) sirvió para justificar cualquier cambio de chaqueta, de camisa o de otras prendas más íntimas.
-Pepe, al fin me siento realizada. Es doloroso, pero debo ser auténtica…Lo nuestro ha terminado –sentención Vanessita Ruipérez.
Sus amigos no se lo recriminaron. Comprendieron sin dificultad que para realizarse como mujer y para encontrarse a sí misma  era mucho más confortable el Ferrari testarossa de Víctor José.
Que nadie se entristezca. Igual que he dicho antes que las virtudes, no por más cotizadas se viven mejor, del mismo modo la caída en la bolsa de un valor moral no basta para desprestigiarla por completo. Aún sigue habiendo personas fieles que saben dar la vida por sus amigos. Y todavía se alaba la fidelidad: me refiero, por supuesta a la alta fidelidad de la FM y de los discos compactos, y también a la de esos perrillos que permanecen ante la tumba de sus amos y, a veces, mueren con ellos.
Ya lo dice el diccionario de la Real Academia en su última edición. Lealtad: 2. Amor o gratuidad que muestran al hombre algunos animales domésticos, como el perro y el caballo.
-          Le veo pesimista. Y tampoco están las cosas tan mal…fíjese, ahora se está poniendo de moda hasta la castidad. ¡Incluso en América…! –me asegura doña Eulalia con un esperanzado suspiro.
-          No, si yo pesimista no soy. Pero es un triste síntoma que dependamos tanto de la moda e incluso que tengamos que cambiar nuestro vocabulario cada diez años para no ofender a determinados oídos.
Hace tiempo me invitaron a dar una charla a universitarios.
Les dije que hablaría de fraternidad.
-Si no le importa –me respondieron- pondremos compañerismo. Eso de “la fraternidad” vende poco: suena a cura.
                Hable de fraternidad, a pesar de los pesares.
                Con Rafa me ocurrió algo semejante. Me esperaba en mi despacho, y se entretenía mirando los libros de la estantería.
-La virtud de la pureza –Leyó en el momento en que yo entraba-. ¿A qué se refiere este libro…? A la contaminación y esas cosas, ¿no? ¡Cómo se nota que es usted ecologista!
Se lo presté. Ya veremos lo que cuenta cuando me lo devuelva.

Monasterio, Enrique, “Pensar por libre”, 96-98. Palabra, Madrid 1996.


 El Lic. Jorge Edgar Mora Reyes es investigador social y educativo en instituciones privadas, es asesor familiar y coach de liderazgo en la iniciativa privada e instituciones gubernamentales. 
Ha sido colaborador en diversos medios de información y ha escrito en revistas de nivel estatal.
Es colaborador de la Sociedad Civil Promoción humana y familiar

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