No nos gusta perder | Miguel Ariño

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Fuente original:Toma de decisiones.

Autor: Miguel Ariño.

Esta semana voy a hablar de algo menos provocador quela semana pasada. Algo que está muy estudiado es que a las personas nos afectan mucho más las situaciones negativas que las positivas. Una pérdida de mil euros nos fastidia mucho más que el placer que nos produce un ingreso extra de mil euros. Es por esto que intentamos evitar las pérdidas a toda costa y a veces arriesgamos excesivamente en nuestro intento de evitarlas. Somos, en general, más queaversos al riesgo, aversos a las pérdidas.

Este hecho nos lleva a veces a encubrir las cosas que hacemos mal. En vez de aceptarlas, que supone para nosotros una pérdida, intentamos arreglar el asunto por nuestra cuenta y a veces arriesgamos demasiado en ese intento. Nick Leeson, era un broker de Barings Bank, uno de los mayores bancos Ingleses. A mediados de los años 90 empezó a ocultar pequeñas pérdidas que tuvo en sus transacciones en los mercados de derivados. La cosa fue a más, y en vez de aceptar su error y comunicarlo, cuando se supo ya era demasiado tarde. Las pérdidas que había acumulado este broker eran superiores a los activos del banco. El banco de Inglaterra se negó a rescatarlo, y todo el banco fue vendido a ING por una mísera libra. Arriesgó demasiado antes de aceptar que las cosas iban mal.

Les pasa a los jugadores del bingo. Después de ganar 200 euros en una tarde se van muy contentos a casa. Pero cuando pierden 200 euros no se conforman, siguen jugando hasta que pierden la camiseta. Le pasó al anterior gobierno de España, que antes de aceptar que las cosas iban mal y tomar las medidas necesarias, prefirieron ver unos imaginarios brotes verdes que si bien nunca llegaron a brotar eran una autojustificación para los gobernantes. Y le pasa al actual gobierno, que ha pasado de ver una situación catastrófica en España cuando ellos estaban en la oposición a ver un futuro prometedor. Aceptar que algo va mal es muy duro y preferimos esconder la cabeza debajo del ala.

Nos pasa a cada uno de nosotros. Cuando tenemos una cita a la que llegamos tarde llamamos diciendo que en 10 minutos llegamos. Nos autoengañamos. Acaba siendo media hora, pero nos negamos aceptar que hemos sido mal previsores y preferimos pensar que en 10 minutos llegamos. Y muchos más ejemplos. Cada vez que hablo de esto en clase surge un alumno dándome un nuevo ejemplo.

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